Amor Eterno
- Love, Ani.
- 2 nov 2022
- 2 Min. de lectura
Mientras manejaba, vi como sus ojos se vidriaron al escuchar "Amor Eterno" en la radio de nuestro Dart 89. De camino a nuestro café, mi papá me empezó a contar como una vez manejando por el centro con su mejor amigo no pudo contener las lágrimas recién que había fallecido mi abuelo.
Son días de muertos y el sentimiento de añorar a los que ya se fueron, está en el aire. Se siente en el viento. En el olor del cempasúchil.
En casa, pusimos un altar llenito de flores, pan, tamales y chocolate, para recibir a los nuestros. Yo lo pongo para mis abuelos, en especial para mis abuelas. Crecí compartiendo con ellas la ilusión de que por un par de días, estarían de nuevo cerca de mis abuelos, de sus padres y de sus hermanos. Yo me comía los dulces, las tablillas de chocolate a mordidas y mi abuelita Queta me preparaba jalea de tejocote. Mi abuelita Licha y yo jugábamos todo el tiempo. Una vez, hicimos con garbanzos y palillos de dientes unas muñequitas que les pusimos "Las Lloronas" y las acomodamos en el altar alrededor de un ataúd de azúcar de los que venden en el mercado. Las vestimos con papel china y luego jugamos a que le lloraban al muertito del ataúd.
Compraba siempre dos calaveritas, una de azúcar para mi abuelito Chava, y una más grande y de chocolate para mi abuelito Andrés, que era Yucateco y pues... la referencia del tamaño de la calaverita me hacia gracia. Con los años, cuando ellas se fueron, empecé a comprar otras dos calaveritas de azúcar, una para cada una. Y a llenar de mandarinas y limas el altar para mi abuelita Licha, y de chocolate de agua, ponche con cañita y café de olla para Quetita.
Poner el altar se volvió mi tradición favorita gracias a ellas, tradición que ahora comparto con Natalia y Paola, mis sobrinas. Vamos al mercado, escogemos flores y papel picado de colores, dibujan calaveritas, nos reimos, lo decoramos juntas y les platico sobre mis abuelitas.
Mi mamá nos acompaña mientras tanto, prendiendo las velas y rezándole a la Virgencita. A mi mamá también se le nota la tristeza cuando recuerda a su mamá. Le reza. Le dedica oraciones.
Cada quien a su manera, todos festejamos a los nuestros, a aquellos que se nos adelantaron, a quienes sabemos que pacientes nos esperan. Y mientras escribo, suena en mi cabeza "Si Dios me quita la vida", esa canción que mi abuelo Salvador le dedicaba a mi abuelita Licha desde siempre. Los eternos enamorados. Los añoro. Los extraño. Y espero ansiosa, a que por una noche, sólo por una noche, vuelvan a abrazarme mientras duermo en la ilusión de estar algún día juntos otra vez.

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