top of page

domingo

  • Foto del escritor: Love, Ani.
    Love, Ani.
  • 23 oct 2022
  • 3 Min. de lectura


Suena el reloj cucú, es domingo, son las 10 de la mañana y disfruto de un cafecito caliente que he preparado para cuando despierten mis viejitos. Tengo 34 y estoy viviendo en casa con mis papás. Disfruto de las cosas simples en casa, escuchar la radio de mi papá o ver la tele con mi mamá. Prepararles el café.


Me encanta la luz entrando por las cortinas de la sala.Una sala que poco ha cambiado desde que tengo memoria. En mañanas como estas, en las que disfruto de mi casa, puedo revivir momentos y recuerdos de cuando era niña. De cuando compartíamos todos nuestra casa y las mañanas de domingo.


Dónde ahora está el estéreo que era de casa de mi abuela, antes estaba el piano de mi mamá. Ese piano sonaba todos los días y las tardes con Clair de Lune que practicaba mi hermano mayor. Los valses, la música clásica, el sentimiento, el los lleva en las manos y en el corazón y yo, en los pies y en el alma. Así que, mientras el tocaba el piano, yo danzaba por toda la casa y mi mamá nos llamaba a comer.

Cuando Sergio desocupaba el piano, mi papá tocaba un pedacito de una pieza que ya los tres conocíamos como la canción para ir a la mesa. Mientras comíamos, Gerardo y yo nos dábamos patadas por abajo del mantel, y lo hacíamos hasta acabar peleados, nomás porque si, por las ganas de molernos entre hermanos. Una vez, terminamos comiendo juntos y solos en la cocina ni sé por cuánto tiempo porque según mi papá así dejaríamos de pelear, pero no, nunca dejamos de pelear. Aún así, en las noches nos aliábamos para ver los Simpson y cuando tenía miedo, él me dejaba meterme en sus cobijas. Me cuidaba aunque al día siguiente, otra vez, nos diéramos de patadas.


Mi mamá, me alistaba para el ballet y se quedaba en casa preparando todos los recortes y partes tediosas de mis tareas escolares. Entre el ballet, la gimnasia y la escuela, yo sólo llegaba a terminar tareas y estudiar para mis exámenes. Me daba mi cena y me dejaba ver la tele un rato o jugar con mis Barbies. Pero los domingos no. Los domingos estábamos en casa, jugaba con mis hermanos a ser su portería en el pasillo, manotazo con las cartas y al final por alguna razón siempre terminaba chillando. A veces mi papá me llevaba al parque, a andar en bici o íbamos por un helado. Mis domingos favoritos eran cuando me llevaba al bazar y podía comprar mil chunches de uso de casa de quien sabe quien y que me servirían para quién sabe cuál locura que se me pudiera ocurrir. Recuerdo verlo manejar su Dart 89, el mismo que ahora manejo yo a veces pero que me sigo sintiendo más segura si el va al volante. Ese Dart al que le he dado su par de golpes y he pensado tantas veces que mi papá me va a odiar por ello. Su Dart que olía a cigarro y que desde que dejó de fumar huele simplemente a él. A mi papá. En ese Dart en el que aprendí a manejar y dónde me dejó globos y notitas pegadas la primera vez que fui sola a la escuela manejando:


“Recuerda todo lo que te enseñé, que tú ya sabes hacerlo bien y que yo siempre te acompaño”.


Es domingo son las 11:33 y suena el teléfono, mi papá se despierta para colgar e iniciar nuestro día. Mamá se levanta tras el y preparamos juntos el desayuno. Mi casa huele a domingo. La luz entra por las cortinas y brilla bien bonito en el reflejo de la pared. Es una atmósfera de calma, de paz, de hogar. De mi hogar.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


Publicar: Blog2_Post

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

©2019 by Ani Warhol. Proudly created with Wix.com

bottom of page